Las obras de Barnes fueron donadas por él mismo, y luego por sus herederos, a diferentes instituciones de la ciudad: museos, iglesias y otras entidades. Pero el corpus mayor de su trabajo fue dado a la Asociación El Círculo y allí, en los subsuelos del teatro, se dispuso su muestra como fundamento para un nuevo museo, a mediados de los años sesenta.
Se destacan en este museo, entre otras obras, los catorce relieves rectangulares representativos del Vía Crucis, los quince relieves circulares que constituyen los Misterios del Rosario y el gran relieve de la Última Cena. Eduardo Barnes se consolidó como uno de los escultores de dilatada trayectoria y notoriedad en el país por su prolífica producción de temática religiosa realizada en piedra, madera y bronce. Fue además «Profesor extraordinario» en la Cátedra de Modelado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional del Litoral y de dibujo en el Colegio Nacional Nº 53, en la Escuela Superior Nacional de Comercio y en el Liceo Nacional de Señoritas de Rosario. En 1950 fue invitado a exponer en el Salón Internacional de Arte Sacro de Roma y en 1952 en la Bienal de Madrid.