Un par de años después, Adelina Este demostraría que era depositaria de objetos de más de tres mil años de antigüedad que guardan información acerca del modo de vida de sociedades del pasado. La cantidad y calidad de los hallazgos confirmaron la existencia de un yacimiento arqueológico de características singulares para la región.
El Museo de Arqueología de Santo Tomé (MAST), inaugurado en 2013, pretende posicionarse como un centro de referencia especializado en la difusión e investigación de la arqueología local, facilitando el acceso a los bienes patrimoniales. Está ubicado en el mismo lugar geográfico que hace miles de años ocuparon otras sociedades diferentes a las actuales y es precisamente este paisaje el nexo entre pasado y presente. En sus salas exhibe materiales culturales recuperados, cuenta con dispositivos lúdicos y pedagógicos, un programa de visitas guiadas y el programa «El MAST va a la escuela».
«Pensar el pasado desde un lugar geográfico cualquiera, en este caso la ciudad de Santo Tomé, es iniciar un proceso que debe ser riguroso, metódico y de carácter científico de recuperación del conocimiento; con un compromiso de difusión y acceso público, pero al mismo tiempo es sentir la emoción que provoca pisar el mismo suelo, sentir el mismo sol en la piel, contemplar el mismo río que vieron otras personas miles de años», dicen hoy los gestores culturales del museo. Sostienen entonces que «cuando no existen documentos escritos, o cuando parciales, la arqueología permite contar parte de la vida de los habitantes del lugar; un lugar que hoy se siente propio, pero que en el pasado fue de ellos». Y hacen propia, a manera de metáfora, unas líneas del escritor Juan José Saer en su novela El entenado: «El olor de estos ríos es sin par sobre la tierra. Es un olor a origen, a formación húmeda y trabajosa, a crecimiento».