Ello desembocó en conflictos, por cierto movilizadores, con las fuerzas económicas rafaelinas. Éstas, asociadas bajo la forma cooperativa primero y como sociedad anónima después —y con el apoyo de las autoridades locales—, lograron crear, en 1928, la Usina del Pueblo o Compañía de Electricidad de Rafaela SA Limitada. Esta empresa, a mediano plazo, salió triunfante de la pugna por el control de los servicios eléctricos locales y se convirtió en un ejemplo a imitar por otras ciudades santafesinas.

En las mismas instalaciones, intactas, donde brilló la sala de máquinas de aquel emprendimiento, funciona hoy el Museo Municipal Usina del Pueblo. Creado en 2003, se abre a visitas especiales, guiadas. Su propuesta exalta la relevancia de la Compañía de Electricidad de Rafaela SA Limitada a comienzos del siglo XX.

Posee dos sectores museográficos. Uno histórico, en el que se desarrolla la idea de progreso y trabajo, relacionada con los orígenes de la población, el empuje emprendedor de los primeros habitantes, el fuerte asociacionismo y la rápida evolución económica y social, y, en ese contexto, el rol decisivo que jugó la Usina del Pueblo. El otro sector, científico-técnico, acerca al visitante al misterioso mundo de la generación de electricidad y cómo fue el abastecimiento a aquel incipiente pueblo. «En 1908, sólo veintiséis años después de que se inaugurara la primera central en Estados Unidos, y a veintisiete años de la venta de las primeras tierras que permitirían su surgimiento, Rafaela inauguraba ya el sistema de alumbrado público y privado», reza un cartel a la entrada del museo, para subrayar aún más el espíritu progresista de la ciudad.